sábado, 31 de octubre de 2015

Kiss: una banda peor que el infierno.

No recordaba este disco de "Kiss" por más esfuerzos que hacia. El Alzheimer parecía estar acechando por ahí. Hoy al revisar dentro de mi eternamente desordenada habitación lo descubrí en un rincón olvidado, sin poder recordar en ese momento como fue que lo conseguí. En el transcurso de la tarde recobre súbitamente la memoria: había pasado largo tiempo desde aquel entonces. Mi hermano mayor y yo compramos éste y otros discos de "Kiss" allá por los años 80s del siglo XX en la añorada tienda "Disco Recuerdo" que estaba ubicada a unos pasos del metro Basílica (hoy estación 18 de Marzo). En aquel entonces él y yo solíamos unir fuerzas para adquirir los preciados vinilos pues de otro modo de plano no había manera. Siendo estudiantes de clase ultra recontra baja, sólo alcanzaba para pagar el pasaje del ruta 100 o el boleto del metro, así que normalmente terminábamos operando en números rojos. Y es que la primera banda de rock que en nuestra no tan inocente niñez admiramos fue a "Kiss", aunque los adultos de nuestro entorno social los aborrecían. Cuando poníamos el "Alive I" a todo lo que da en el destartalado aparato estereofónico, se llevaban las manos a los oídos diciendo con un gesto de desesperación: "Ya paren ese ruido". ¿Por qué les gusta esa música? ¡Que gustos tan malos tienen! ¡Eso suena peor que el infierno!. En mis tiempos a los niños les gustaba escuchar música bonita de Cri Cri, pero ahora de verdad están perdidos". No entendíamos porque no les gustaba "Kiss", si para nuestro gusto esos estrafalarios neoyorquinos en serio la rifaban. Recuerdo que pasaban algunas de sus canciones en Radio Éxitos, la ya extinta emisora mexicana que transmitía en el 790 de amplitud modulada y que años más tarde se convirtió en "El Fonógrafo". También de vez en cuando tocaban su música en Radio 590 "La Pantera" así como en Radio Capital. 

Un día mi hermano y yo nos las arreglamos para que los papas de unos amiguitos de holgada posición económica nos invitaran a ver la película "Kiss meets the phantom of the park", que aquí en México habían rebautizado con el rimbombante título de "Kiss en el infierno del rock". De no haber sido por esos buenos samaritanos, ni yendo a bailar a Chalma nos hubiera alcanzado para pagar las entradas y retacarnos de muéganos, pepitas, helado, refresco y palomitas de maíz, mientras escuchábamos y veíamos emocionados a Gene Simmons destruyendo todo a su paso en una escena al compás de "Radioactive", o a Peter Criss interpretando sentida versión de "Beth". Recuerdo que vimos esa película en el ya desaparecido cine Apolo que estaba ubicado allá por Plaza Satélite, en el Estado de México y salimos entusiasmados y contentos ya entrada la noche, aunque ahora vista en retrospectiva la cinta a varios les parezca un bodrio sin atenuantes. En el vecindario a otros niños también les gustaba ese grupo y solíamos jugar a que eramos el grupo "Kiss", dábamos conciertos, filmábamos películas y todo eso. Nos peleábamos por ver quien la iba a hacer de Gene Simmons pues era el preferido de la mayoría porque sacaba una lengua como de 2 metros de largo, escurría sangre por la boca, escupía fuego a la menor provocación y tocaba un bajo eléctrico en forma de hacha bien afilada. Mi mamá veía las portadas de los discos de 7 pulgadas que teníamos y se horrorizaba al ver la imagen del vampiro sangriento tocando aquel bajo eléctrico tipo hacha. Decía: "tiene los ojos bien rojos, ha de ser un mariguano sin remedio". Pero en ese momento no nos importaba si se las tronaban o no. Nos gustaba su música y no veíamos más allá. Años más tarde, en plena adolescencia logramos conseguir varios acetatos de esa banda en la desaparecida tienda de discos ya mencionada, a precios accesibles. Para entonces a los magnates de la industria disquera se les quemaban las habas para enjaretarnos los CDs y desmantelar a toda velocidad las máquinas para fabricar vinilos, sin dejar el menor rastro. Ya bien entrados los años 90s mi hermano y yo comenzamos a escuchar otras músicas y a conocer las creaciones musicales de otros artistas, olvidándonos por un tiempo de "Kiss". Luego mi hermano anunció que se mudaba de casa para comenzar una nueva vida y me nombraba heredero universal de los discos de "Kiss" que con tanto sacrificio habíamos adquirido durante la descontrolada niñez y autoindulgente adolescencia. Dijo que él ya los tenía todos en CD y que yo me quedara con los acetatos. Hasta el día de hoy los conservo con cariño, como un grato recuerdo de tiempos ya idos. Algún día desenterraré el resto de la colección para mostrárselas. No cabe duda de que los discos de vinilo son poderosas máquinas que nos transportan en el tiempo y el espacio, haciéndonos recordar momentos emocionantes de nuestras vidas.

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